“En mi vida sufrí mucho dolor con la desaparición de mis padres, a una edad muy temprana, más tarde cuando supe que habían muerto y no los vería jamás, con apenas 8 años, me fui encerrando poco a poco en mi, como una ostra que decide no abrir jamás. 

Me desconecté de mi mismo, fue mi forma de “separarme” de mi dolor… era tan fuerte que prefería distraerme, evadirme, todo con tal de no sentir ese vacío, esa desdicha. 

Pero llegó un día en que quedarme como estaba era mucho más doloroso que enfrentar mis miedos más profundos. Me sentía peor de no hacerlo así que en contra de todas mis creencias, decidí ir con los indios a que “me sanaran” pues yo sabía que estaba herido. 

Mi primer encuentro con ellos fue con todas las barreras de mi mente, el escepticismo y mi ego gritándome: ¡Son unos charlatanes! Pero mi espíritu sabía que ese era mi camino, por eso me había llevado a este punto y se mantuvo firme. 

Por primera vez pude acallar mi mente y escuchar mi corazón. 

Ese era mi camino.

Desde eso ya han pasado más de 25 años y hoy con mucho amor te puedo decir, yo estuve donde estás vos. En esa confusión que te quiere convencer que ya nada importa. 

Te extiendo hoy mi mano para caminar a tu lado en tu proceso de sanación, en la recuperación de tu alegría, en el rescate de tu confianza y sobre todo, en el proceso de amarte a ti mismo y recuperar la memoria de tu corazón, ese es el motivo de tu vida. 

Estás aquí porque tu espíritu te ha guiado, yo solo quiero acompañar tu caminar. 

Honro tu proceso”.

Alejandro.